Desde que empezaron las revistas ultraístas hasta la República, fue un momento de un esplendor extraordinario, porque hubo unas cuantas revistas. Yo no quiero hablar de la mía, Carmen, porque siempre ha tenido muy buena prensa y no hace falta que yo la elogie, pero otras revistas, como Litoral de Málaga o como Mediodía de Sevilla, han sido también revistas ejemplares, aparte de la participación que se daba a la poesía en otras como, por ejemplo, la Revista de Occidente.

Luego empezaron a surgir, no se sabe cómo, por generación espontánea, en los rincones más insospechados de España, grupos juveniles de poesía. Esto fue para todos los poetas que empezábamos a ser mayores, que empezábamos a ser los maestros, los jóvenes maestros, una gran alegría, porque veíamos que las terribles bajas que habíamos tenido con la guerra se iban a ir cubriendo.

Por ejemplo, en Santander, que durante muchos años había estado completamente adormilada, hasta el punto de que las dos únicas personas que allí enredábamos un poco en arte, y con gran escándalo de la ciudad, éramos Pancho Cossío en la pintura y yo en la poesía, surge de pronto la revista Proel que se va haciendo cada vez más importante, luego otra que se llamaba La Isla de los Ratones, otra que se llamaba El Gato Verde.

Lo mismo en ciudades como Zaragoza, donde nunca se había sabido que hubiera grupos de poesía; en Barcelona, las Entregas de Poesía, que fue una revista magnífica; en Valencia, la revista que organizó Ricardo Juan Blasco que se llamaba Corcel; en Alicante, Verbum; en León, Espadaña, quizá la revista más importante de las de provincias; en Madrid salió, primero que ninguna, la revista de Jesús Nieto Pena que se llamaba Poesía, y después salió ya Garcilaso, fundada por el grupo de la Juventud Creadora, por García Nieto y sus amigos.

De ahí surgieron una serie de poetas que ahí están y que hoy son conocidos universalmente, sobre todo, aquellos que a sus grandes méritos como poetas unen una posición más favorable para que se los conozca por sus ideas y por sus relaciones internacionales, que demostraba la vitalidad y que no había sido en balde tampoco nuestro trabajo, puesto que había prendido la afición y seguía la estela de la poesía y afortunadamente todo esto sigue.

Quizás ahora, no sea este un momento de tanta plenitud en la calidad de las revistas, de tanta abundancia, pero las hay también magníficas, por ejemplo, Caracola, que es una revista más que centenaria, o como, por ejemplo, Poesía Española que es una revista de gran generosidad, en la que han colaborado desde Juan Ramón Jiménez hasta el último joven, durante muchos años ya.